La potabilización varía dependiendo de dónde viene el agua, de la fuente que la irriga. Existen dos tipos fundamentales de fuentes: superficial (agua de un río o un lago, por ejemplo) y aguas con presencia de sales o metales pesados. En el primer caso, el proceso es más simple, y suele consistir en separar ciertos componentes del agua natural, seguido de la precipitación de impurezas, filtración y desinfección con cloro u ozono.
El segundo caso es más complejo y suele darse en regiones con escasez de recursos hídricos. Un caso es la desalinización del agua de mar, que habitualmente emplea técnicas de ósmosis inversa o destilación.
El tratamiento de la potabilización en estas instalaciones sigue seis fases básicas:
- Elimina los sólidos de gran tamaño, aplica una pre-desinfección y separa la arena del agua para no dañar las bombas de la planta de agua potable.
- Coagulación-floculación. Ya dentro de la planta de tratamiento de agua potable, se incorporan los componentes que potabilizan el agua y se ajusta el PH del agua (el parámetro que mide la alcalinidad o acidez de una disolución).
- Decantación. Mediante gravedad, el decantador separa las partículas en suspensión más densas que porta el agua.
- Filtración. Capta y separa las partículas menos densas al pasar el agua por un medio o filtro poroso de diferentes tipos: de arena o carbón activado, abierto y por gravedad o cerrado y a presión.
- Desinfección del agua. Se consigue mediante un agente desinfectante. El cloro es el más común, aunque también se emplean dióxido de carbono, rayos X u ozono. Este último sistema es más costoso y tiene el inconveniente de que su efecto se evapora en una media hora.
- Análisis. Finalizado el proceso en la planta de tratamiento de agua potable, se analiza el agua para comprobar que el proceso ha sido correcto y cumple la legislación de cada país en cuanto a sus características para considerarla potable.